Gómez Palacio, Durango.- Una vez más, como ha ocurrido todos los días desde que se casaron, el vicioso del José Luís Ruedas o Ruélas, llegó a su “hogar, dulce hogar” como San Alejo: bien pendejo, por lo que su abnegada esposa, Karen Berenice López Flores, le empezó a echar la misma aburridora de siempre.
“Mira nadamás cómo vienes, contigo no se puede, nunca vas a cambiar, te pareces a los políticos, a ver en dónde está la raya”.
“He, he, pos ¿cuál raya? carbona, como si plancharas tan bien, “pos ya se te desborró”, le contesta el vicioso revisándose el pantalón.
“No te hagas güey, que esa es mi función, hacerte güey, porque si no, ya nos hubiéramos muerto de hambre, méndigo mariguano bueno pa´ nada, cómo cuando estamos en la cama, no dices que si plancho bien, ¿he?”.
Esto fue más de lo que pudo aguantar el vicioso empedernido, y bufando como toro arremetió contra la pobre e indefensa mujer, quien ya no sentía lo duro sino lo tupido, porque los utazos le llegaban por todos lados y sintió lo mismo que la lagartija panteonera del Cristian Mijares cuando lo agarran a tamborzazos los boxeadores.
Pero la vieja escandalosa gritaba más fuerte que la llorona cuando se le ahogaron sus hijos y no faltó un conmiserado que les hablara a los Policías para que detuvieran aquella masacre.
Cuando llegaron los uniformados, el macho con las mujeres cambió su fiera actitud y en lugar de un león herido, más bien parecía un tierno gatito, que con melosa voz les decía a los Cuicos:
“Hola mi Comandante, que gusto me da verlos, que vientos los tren por estos lares”.
“Mira, mira, pareja, pos no decían por radio que llegáramos rápido porque andaba un sujeto más bravo que un león, pos si este pobre infeliz muerto de hambre no llega ni a gatito”.
“No te confíes pareja, mira como dejo a esta pobre pendeja, yo no se que les ven las mujeres a estos tipos, se me hace que les gusta el amor apache, mejor lo subimos rápido antes de que la haga de pedo”.
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